domingo, 30 de julio de 2017

Wonder Woman. El feminismo como superpoder (Elisa McCausland)


Se ha asentado en gran parte de la crítica especializada la idea de que el cómic de superhéroes, el comercial, el que busca el gran público, el de las peleas y las escenas de acción... no da pie a un análisis interesante. Hay libros y estudios sesudos sobre casos excepcionales, tanto de algunos cómics (los eternos Watchmen y El regreso del Caballero Oscuro, por ejemplo) o de autores concretos, pero creo que nadie había llegado tan lejos como Elisa McCausland en este libro. Era necesario un libro así: son cómics creados dentro de una industria con sus defectos y limitaciones, pero los autores siguen siendo autores, con su ideología, sus intereses y un mensaje que quieren transmitir a los lectores.

Cuando los psicólogos William Moulton Marston, su esposa y su amante junto al dibujante sufragista Harry G. Peter crearon a Wonder Woman tenían en mente un mensaje político, el feminismo. Sin ninguna duda, la mejor parte del libro son estos primeros años estas primeras páginas del libro en las que descubrimos las raíces feministas de las que germinó esta superheroína, lo realmente contestataria y personal que era aunque se disfrazase de una estética comercial de tebeo juvenil de aventuras. Precisamente es uno de los aciertos de este clan Marston: compartir una ideología contracultural con un público reducido es sencillo, lo difícil es atraer a una gran masa de lectores para que lean algo muy alejado de las convenciones sociales.

Tanto en esta primera parte como en la que habla de los artistas que continuaron a cargo del personaje (Robert Kanigher, George Pérez, Greg Rucka, Renae De Liz...), Elisa conecta cada visión del personaje con el movimiento feminista correspondiente a su época. No importa si estos autores eran conscientes o no del potencial transformador de Wonder Woman, al terminar de leer el libro uno se da cuenta de las implicaciones sociales que tienen las historias de superhéroes, incluso las de los autores que no pretendían revolucionar el género.

Tal vez porque no hace falta llevar la revolución a los géneros de ficción, sino a la sociedad.

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