miércoles, 27 de diciembre de 2017

Un mal viaje al oeste (Mickeyman)


Me decía un amigo que Jan es el único dibujante (o de los únicos) que cuando se va de turismo no hace un cuaderno de viaje, sino un cómic. Creo que estos cómics turísticos (Periplo búlgaro, La Banda del Dragón Despeinado...) se pueden comparar con este libro del dibujante taiwanés Mickeyman. Jan nos enseñaba las curiosidades de los países a los que viajaba desde el punto de vista de un español. Mickeyman nos habla de su visita a España y Francia desde el punto de vista de alguien de fuera.

En el invierno de 2011 a 2012 Mickeyman tenía tres objetivos: viajar a Valencia para pasar un tiempo con su novia, hacer turismo por España (nunca se separa de su cámara de fotos) y asistir al Festival de Angoulême de ese año, en el que Taiwán era el país invitado. Para su desgracia, todo lo que podía ir mal fue peor, pero es lo que le da gracia a leer sus experiencias. Su relato es en gran parte una colección de quejas y lamentos, decepciones, enfados... junto con sus explicaciones sobre el parque infantil de Gulliver en Valencia, su experiencia en la cabalgata de los Reyes Magos o su sorpresa al descubrir la pasión por los cómics que hay en Angoulême.


El libro es tal y como Mickeyman se muestra a sí mismo: caótico, emocional, muy intenso. Me gusta especialmente el rasgo que más exagera de sí mismo, su tacañería. Explica por ejemplo cómo sobrevive durante varios días únicamente comiendo pan. Me interesa, por un lado, porque me identifico con ella cuando explica sus trucos para viajar en Ryanair. Por otro, porque tengo curiosidad por saber por qué le da tanta importancia a ese rasgo. ¿Es una autocrítica? ¿Es la broma que le hacen los que le conocen? Sea como sea, creo que es necesario. Un autor que se enseña a sí mismo en una obra y no se ataca con dureza está únicamente presumiendo de sí mismo, haciéndose publicidad. La tacañería de Mickeyman, por cierto, conecta con la de Sarah Andersen: ahorrar en comida, derrochar en cómics.

Hay una estructura improvisada en este cómic que le beneficia. Al aterrizar en Angoulême dejamos atrás al Mickeyman cabreado y triste y nos encontramos con uno que vuelve a apasionarse por los cómics. No solo se reencuentra con clásicos del cómic taiwanés que no había podido leer antes, sino que la presencia y el trabajo de autores occidentales como Art Spiegelman (Maus) o Guy Delisle (Pyongyang) le devuelven la ilusión por su trabajo. Las penurias y disgustos de Un mal viaje al oeste quedan atrás y se convierten en simpáticas anécdotas al llegar a las últimas páginas.

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